Bosquejo
de
sentimientos
{Introducción}
El
dolor en el cambio. Del cambio a la libertad. De la nada al todo: al
nosotros mismos.
{De
la idea de ser traídos al mundo con
nuestras limitaciones y de la interacción con los
otros}
Nos
traen al mundo vomitados en grupo, tirados al lado de otros, sin ser
lo que podríamos
ser: simples extras de película de nuestro propio yo, juntos en
masa, una masa que no sabe qué ser; con
gente
igual a nosotros: limitada e imposibilitada; gente que no se sabe,
que sólo es sin haber llegado a ser.
Interactuamos
en conjunto, con otra forma de percibir nuestro entorno, impedidos
durante
el inicio
por limitaciones de nacimiento, con características incompatibles
con los que nos son ajenos. Diferentes. Interactuando. Siempre
diferentes e imposibilitados. Siempre interactuando entre diferentes
(im)posibilidades.
{De
la parte donde se hace notar que existe la diferencia de
limitaciones}
De
la diferencia nace una idea:
{Introducción
al clímax}
El
cambio.
{De
cuando uno se encierra en el capullo sin saber qué
le espera}
Una
interacción con el yo que se sale del vomito al
que pertenecíamos,
que rebasa el
estar con los otros, que necesita encerrarse, ocultarse, cambiar en
uno mismo y permitir que se
produzca
algo nuevo, diferente, algo desconocido e impensable, algo que
provoca miedo, temor, pavor: algo
inevitable. Y
nos
encerrarnos para cambiar, para
vivir
con algo interno, aislados
de los demás, visibles
únicamente a nuestros ojos, a nuestra luz, alejados
y diferenciados
de las imposibilidades de los otros, construyendo nuestro refugio por
medio de lo que somos y nos permitimos, trabajando arduamente para
poder entrar y convivir con lo que siempre tendremos que convivir:
nuestro proceso, nuestra soledad, nuestros cambios.
{Clímax}
Lo
desconocido, la exploración, el empezar a ver cada rincón de
nuestro
interior. La elevación sublime del asco, del cambio, del choque de
la belleza pasada con la que estamos construyendo, del sufrimiento
que
sentimos cuando
desde
el interior nos
crece algo que creíamos externo.
Observamos
con curiosidad y miedo las transformaciones que se empiezan a dar.
Chocamos con lo inmediato, con nuestras paredes; nos movemos de
manera inconsciente, sin saber qué sucede y
qué nos ocurrirá: se
nos caen los dientes, de la oreja brotan líquidos extraños, nuestro
pecho se abulta, mostramos
heridas con pus
creando
cosas inexplicables, con
olores
fétidos, nauseabundos. Nos
aterramos al saber que somos eso.
Desesperación
y odio: aversión a lo que estamos siendo. Aún
así: admiración
por
lo desconocido.
Encontramos
un espejo y
todas las incongruencias, todas las perversidades y los horrores que
mirábamos con asco empiezan a conformar un cambio del todo, del
nosotros.
La
imagen completa del cambio nos recuerda que somos parte de ese
interior, de esa habitación semi-oscura y la reconocemos
perfectamente: todas las pequeñeces están creando algo enorme,
hermoso y
perfecto; las heridas infectadas son sólo una pequeñez que evita la
imperfección del cambio y de la transformación, son
aperturas
en la piel que
se están cerrando y dejando
una
cicatriz que
es
sólo el recuerdo de lo que pasó; que el cabello caído y los
dientes perdidos son remplazados por nuevos, diferentes, bellos:
nuestros.
Esos
hedores han eliminado la podredumbre y son ahora parte de nuestro
perfume: ya
no es desagradable.
Todo
el cambio en conjunto se vuelve una obra perfecta.
Las
lágrimas de dolor se convierten en gotas de alegría.
Somos
nosotros. Otro nosotros.
{Desenlace
del clímax}
Eres
tú. El
cambio
está
listo. Debes salir.
{De
la culminación de la metamorfosis}
De
nuevo en un mundo distinto a
ti
donde eres tú quien se encamina hacia un vacío infinito y
desconocido. Ya eres y
emprendes
el vuelo.
Metamorfosis
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