martes, 28 de agosto de 2012

Telarañas de los sueños

Telarañas de los sueños


A veces, por la noche, encuentro ciertos olvidos navegando entre la niebla de mis dolores, comparto sentimientos pasados con mis tantos yos anteriores, estallan por dentro buscando rutas de escape por lugares específicos de mi mente, por esas grietas que no se han resanado para permitir, precisamente, que existan rutas de escape; los encuentro aferrados, como si de sobrevivir se tratara, de perdurar cueste lo que cueste, de hacerse validos reafirmándose de tanto en tanto, son esos dragones que habitan en la isla desde siempre, esos asesinos que toda sociedad tiene, esos torbellinos de angustia que arremeten contra los intelectuales y puritanos, contra los exitosos industriales del siglo pasado; aferrados a la búsqueda irresistible de pasión desenfrenada, esclava de una alucinación imposible de la realidad, son el enfrentamiento de la agonía de la isla con los magníficos soldados del orden, los renegados que han perdido la partida, mis vencidos que nunca desaparecen, los que no comprenden (¿Qué es lo que no comprenden?), mis exquisitos contrastes, esos que me permiten la incomprensibilidad desquiciante, la alfombra llena de chinches.
Llegan de a poquito, disimulados en el movimiento cotidiano, son esos los que habitan la isla, nombrados como marginados, los incomprendidos, podrían llamarse los vencidos. Llegan de ese modo, externamente lastimeros, embusteros, parias, desafortunados.
Vuelan violento, con giros atroces, fúricos, embistiendo al sol, a las nubes, a las olas, lanzan llamas, generan escándalo, se impregnan en cuevas, en rodillas, en quijadas y lágrimas, se encajan como dagas de memoria en neuronas palpitantes, destellan en sus ojos heridas supurantes, vacíos hondos; estallan.
Pareciera momento de lanzar la policía, de hacer disertaciones sobre los marginados, conferencias sobre los parias, sobre los vencidos, programas sociales para ayudar a la readaptación de estos estúpidos dragones hediondos del camino, vagabundos perdidos.
Pareciera necesario socializarlos, comprenderlos, tolerarlos.
Cuando todo parece necesario e, incluso, cuando eso necesario comienza a llevarse a cabo (esa mágica eternidad que se presenta en el instante de la decisión a la acción) la propia isla actúa, no son los dragones, pobladores de la isla, los que deciden la condición de sus compañeros, no son los dragones los que toman las decisiones, -los ganadores y los perdedores-, no son los dragones los responsables de los otros dragones, ni los responsables de nada, sólo son lo que han aprendido a ser, los caminantes de sus sendas, los que conviven desde su isla con un cuerpo orgánico que los explica como pensamiento, como abstracción.
Las grietas no se resanan porque son las rutas de algunos dragones (incluso la entrada a otros tantos), los lagrimales no se talan porque obsequian una gran cantidad de oxígeno para otros, los libros no se queman porque contaminan el cielo donde vuelan.
Por la noche sale el miedo cabalgando ¡En este mundo todos mueren, aun los aferrados, aun los abandonados, aun los encumbrados; todos mueren… en este mundo mueren todos!


Revolución Fantástica

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