miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mmmmhhhh

Mmmmhhhh
Las correas, la inminente locura del silencio, la insoportable enajenación del cerebro se representaba como un inmenso campo de humo, con rocas apuntando al abismo, enterradas en la profundidad del cielo, bajo cristales de hielo que enfriaban las pasiones, la desnudez del deseo.
Los gritos rabiosos, el odio, la desesperación de la imposibilidad de lo que se había imaginado se confundían con los brazos del mar que estrellaba barcos en las paredes de la firmeza, de lo sólido; ocultos en el tumulto de las lágrimas del calor hecho agua, del movimiento de la temperatura.
Las risas, las ilusiones, la alegría inmensa, se caían con los árboles derribados al comerse los bosques, al desnudar las tripas de la tierra para suturarlas saturadamente con planchas de concreto, hormigón elevado que incrementaba la calidad de vida. Las necesidades, los desarrollos, sepultaban la esperanza.
Las olas enardecidas se disputaban la noche y el día, la vida y la muerte, el saber y la ignorancia, la interpretación del todo, la posesión de la nada. La estrategia personalizada se manifestaba en las seis patas del insecto diminuto, andando sobre su piso pequeñito, insignificante, absolutamente percibido.

El sol sonaba en la madera, sonaba en las patas de los animales que salían, en las alas silenciadas que dormitaban, la noche le daba voz a lo imperceptible, a las cigarras, al aroma helado del viento. La derrota de las rocas se lamentaba con avalanchas de lodo que sepultaban casas, que mataban perros y que estremecían el temor de mis yos anteriores, de mis ancestros contemporáneos: el metal mutilado convertido en herida que desploma pueblos y resistencias, en explosiones sublevadas, en caballos robados durante el tiempo que mis madrecitas y mis hermanos aguantaban las polvaredas de la revolución que seguimos luchando. Los troncos convertidos en manos saqueadoras de las entrañas que los sostenían, el oro sepultado en masas gigantes de nubes líquidas, saladas. La tierra desarraigada que viaja en las patas de las palomas.
El sonido, el escandalo encerrado en los oídos, era la armonía de los ruidos que clamaban la existencia de las cosas, la liberación del sonido era la manifestación del silencio que convivía con el ruido, era la proyección del profundo escuchar propuesto, del canto que te conecta con el todo mostrando que la propia existencia es un ruido que existe en el escándalo liberador, en la amplitud del espacio.
Que las rocas flotantes, productos químicos del cosmos, comparten gases y conexiones moleculares, atómicas, energéticas, espaciales, temporales, inventadas, reales, coloridas, interpretadas; que las distancias absurdas son la normalidad en la vastedad del universo, en la absoluta eternidad del presente cognoscente, en la expansión de las múltiples cosas que nos son ajenas, que observamos maravillados en nuestras dos diminutas patitas de mamíferos, en nuestro límite corporal, en nuestro límite social.

El saberse nebulosa de las nebulosas, a pesar de su condición inmediata de archipiélago (con todas las complicaciones que esto puede tener y ha tenido), embriagaba la curiosidad de saber qué tantas cosas se construyen en las que nosotros llamamos nebulosas. Y el arcipiélago habla y calla, platica y escucha,  existe observando, conectado a las absurdas distancias, acortándolas con su canto, con su expresión maravillada a la existencia misma. El mundo ha vuelto a sacralizarse.
La roca, después de haber observado cómo la espora se supo hongo, se reconoció en ella, y en la tierra, y en sol, y en el universo, y como luna, y como agua, y como viento, y como los ojos que la observaron. Se supo roca, como el viento se supo viento, y la luna luna, y el sol roca, y las gaviotas agua, y las hormigas humanas, y los dragones caballeros, y los inquisidores brujas, y la vida muerte y la muerte vida.

Revolución Fantástica
Nebulosas Australes

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amo sus ojos, amo lo que escribe y he de amar su existencia aún cuando este lejos e imperceptible

Drako dijo...

O_O'