Del comienzo al no me acuerdo
Miedo
Hoy sentí miedo. No el miedo
aletargado de quien no sabe que hará con su vida, ni el miedo del
que tiembla al no saberse en la vida de otra persona. No un miedo
insano y permanente de la incertidumbre de la vida ajena; ni el de la
petrificación que implota en pánico.
Hoy sentí miedo y fue
profundo, se mostró directo, funcionando en reacciones corporales y
procesos mentales, en angustias y respuestas, en la necesidad de
actuar correctamente de acuerdo a lo que sucedía en ese momento
exacto.
No fue un miedo mortal, ni un miedo racional, no fue un
temor acechante, ni duradero. Fue un sentimiento abarcador,
totalizante, inmediato. Profundo.
Hoy mientras buscaba pulque
cerca de Cacaxtla, al entrar a una casa que anunciaba su venta, me
salieron cuatro perros amenazantes mientras que un quinto se me
cercaba por la espalda. Así acorralado por sus ladridos y dientes,
por su decisión agresiva, me hicieron retroceder mientras buscaba
cómo responder, sabía cosas e ignoraba otras, las conexiones
neuronales trabajaron apresuradas. Cedí el terreno retrocediendo del
grupo atacante sin darles la espalda (a pesar de hacerlo breves
segundos y comprobar que no era buena idea).
Cuando un señor se
asomó y pregunté por los pulques los perros se calmaron; me incitó
a acercarme a la otra casa (era un patio-estacionamiento con varias
casas, la del pulque al fondo) a la que me acerqué más
envalentonado, el señor, todavía lejos de su entrada, me dijo que
ya no había y partí agradeciendo su atención.
Después, el
sentimiento de miedo pasó, y se quedó el pensamiento.
Caparazones juglares
31 julio 14
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