viernes, 6 de febrero de 2015

Del comienzo al no me acuerdo V

Del comienzo al no me acuerdo
Tristeza

Tristeza: Se comprende a la tristeza como a la lluvia de lágrimas; a la sombra viscosa que escurre en cantos de sollozos.
Se manifiesta en la tristeza cuando los sueños realizados corresponden a realidades no deseadas, rechazadas. ¡Cuanta energía dirigida a conseguir una ensoñación alejada, no cumplida!
Es la tristeza la madre de ciclos obsesivos, de horrores evitados, de charcos empantanados de berrinches estomacales, de pataleos gástricos: efervescencia de dolor.
Tristeza son los peces moribundos, las pulgas de agua asfixiadas, las tortugas descorazonadas, descorazadas en ríos absurdamente contaminados. Es tristeza la insuficiencia de palabras para relatar el instante de la vida oprimida, la penuria inducida por la explotación, el despojo de la tierra por brazos mecánicos con armaduras de hierro: hierro pala, hierro tanqueta, hierro ejército, hierro carruaje, hierro moneda. Fuerza de hierro.
Si se comienza a reconocer a la tristeza -en los enamoramientos profundos, en las muertes ajenas, en las mañanas, tardes o madrugadas cualesquiera (fondo de las arenas movedizas)-, puede suceder que, sólo cambiando el punto de atención, aparezcan otras cosas: elementos constitutivos de la tristeza, piezas múltiples de donde se pueden sacar historias que narran cuentos estructurados y maravillosamente creados. Son narrativas que nos convencen absolutamente y que no sólo creemos, sino que las vivimos y sufrimos con toda la energía que se puede; nos personificamos y lloramos, profundamente lloramos, amargamente lloramos, inmensamente lloramos, personalmente lloramos, ahora mismo lloramos.
Dicen que la tristeza brilla en la mente mientras todo el entorno se oscurece y, ahí, deslumbrado por el sentimiento, caminamos a tientas para reconocer el camino.
Es verdad, algunas veces se está triste.

Caparazones juglares
5 septiembre 14

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