viernes, 24 de julio de 2015

Basta de piropos diminutos

Piropos diminutos 
No eres el hormiguero 

A veces, al ir caminando, te encuentras un hormiguero. Te detienes, lo miras, te asombras y sientes que flotas entre las nubes, parece que todas las respuestas han sido contestadas, que la hoguera del estómago ha vuelto a encenderse. 
Lo quieres, te gusta. Piensas en volver a cada momento para observarlo y conocerlo. El hormiguero anda bajo su rutina y sus preocupaciones; empiezas a desesperarte. Le llevas hojas, y ramitas, y semillas y lo que se te ocurre. Quieres que te quiera el hormiguero. Que se encienda su hoguera como se ha encendido la tuya. Quieres cantarle cosas lindas para mostrar lo bonito que es haber encontrado tan hermoso, asombroso, hormiguero. Quieres volverte la tierra para servir de túneles seguros y espaciosos. Quieres al hormiguero. 
No sabes cómo poder llevártelo, ni cómo comunicar lo que te ocurre. Te enfurruñas con el hormiguero. Le preguntas por qué no te quiere. ¿Acaso es igual que los otros hormigueros que no te siguieron? ¿Es acaso igual que las nébulas y las montañas, igual al cosmos que no te sigue? 
Te sientas a observar qué solución puede haber para resolver el problema –la maravilla del asombro.
No hay de otra. Te pones de pie y sigues caminando. Recuerdas que el hormiguero no es el objetivo del viaje, sólo es otra maravilla del camino. 


Caparazones juglares
19 abril 15

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