viernes, 25 de diciembre de 2015

De panzas y rascadas


De panzas y rascadas

Habría que hablar del placer. De descansar en el placer.
La sensación placentera de la caricia, del músculo inmóvil. Del hundido tronco de madera que aún no toca el fondo del lago.
Habría que hablar del placer de descansar en el placer. De la sensación del cariño y la entrega total que no deambula por terreno accidentado, del amor que no tropieza. Hablar sobre la imposibilidad de hablar sobre descansar en el placer, de la necesidad de hacerlo. De la alegría de ofrecernos para el beneficio del otro, rescatando desde lo experimentado aquello que sabemos. Ofrecer los dedos, el tiempo, el espacio. Ofrecer, poco a poco, todo. Completo, suelto. Ofrecer el cariño y el deseo, ofrecer el placer.
Habría que hablar de ofrecer el placer, de ofrecer el descansar en el placer. Ofrecer la sensación de felicidad suspendida, de la posibilidad del cariño.
Habría que hablar de los gestos de los otros cuando se les acaricia con cariño, habría que hablar de las rascadas de panza de los perros.
Habría que hablar del amor ecuánime. Habría que hablar de las ventajas de practicar esa ecuanimidad.
Habría que hablar entre los que hablan, para invitar a observar el habla y también descansar en ella.

14 mayo 15

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