Era
un "coge-coge"
En
el desfile: rondaba por la pasarela el día jueves 26 de abril
vistiendo millones de historias por contar, cada diseño de las
prendas de los distintos días era diferente. En
un pedazo pequeño de tela puede caber la que les relato.
Llegué
al lugar donde entreno. El lugar tiene al centro un campo de
"jútvol", de ahí le sigue la pista, luego esta la
"arcilla" o tierra roja, después, para el lado de donde
pasa la ruta 6, hay un pedazo cubierto de pasto y de esas cosas que
les dicen árboles. Es ahí donde suelo poner mi mochila y, después
de dar unas vueltas para calentar, estiro. Resulta que en ese pedazo
hay unos animalitos muy simpáticos, que por varios comentarios que
he escuchado, y por una investigación bastante escueta, sé
que antes sólo se les veía en territorio puma, en jardines de la
UNAM, y que a pesar de que tienen un nombre cientificoide les llaman
"coge-coges" ya que es sumamente normal verlos cogiendo
todo el tiempo. Estos animalillos son unos insectos, por lo general
los sientes rondando tus brazos, piernas, mochilas y todo lo que haya
tocado su territorio, es muy sencillo soplarles y que regresen a la
tierra de donde salen.
Sucedió
que terminando mi entrenamiento pasé a cambiarme y caminé para
tomar el camión naranja que tarda demasiado en pasar, bajé en
ciencias y atravesé la facultad caminando pesadamente, logré salir
de ahí y con un esfuerzo considerable subí las escaleras para el
metro, compre mi boleto, lo introduje a la máquina succionadora de
boletos, esa misma que hace que compres y compres más cartoncillos
de 2 pesos, bajé a los vagones y me introduje en el penúltimo
sentándome en uno de esos asientos verdes, quité la mochila de mi
espalda, la pasé a mis piernas y vi un coge-coge
aferrado a mi mochila, enganchado de sus patitas a la tela, lo tomé
en mis manos, se sostenía con una fuerza increíble pero logré
separarlo, le faltaban dos patitas y caminaba lastimeramente por mi
mano, pensé en tirarlo pero ¿Qué haría un coge-coge solito en el
piso del metro donde seguramente lo pisarían? NO, no podía hacer
eso, decidí volver a colocarlo en la tela gris de la bolsa de al
lado para que ahí estuviera hasta que supiera que hacer con él.
Llegué a la estación que tiene dos colores: verde y café, bajé
del vagón, caminé y, mientras pensaba como iría mi pequeño
compañero
en la mochila, evité chocar contra la gente para que el coge-coge no
se cayera. Logré pasar entre la marabunta hasta la otra línea, subí
al vagón y se cerró la puerta.
Bajé
en la estación de la avispita, subí por esas escaleras en las que
no tienes que esforzarte, pasé por el torniquete y escalé las
siguientes escaleras, encontré de nuevo la luz cegadora de la
mística ciudad (mística porque es como algo que aparece en una
película antigua y no sabes qué
es. Es un misterio que aparece detrás de una inmensa cortina de
humo) y me deslicé hasta que la banqueta dejó de ser banqueta y
cambia de dirección, agarré a mi pequeño amigo y lo deposité en
una hoja y continué mi camino.
No
sé si se agarró de mi mochila por pura satisfacción o porque quería
conocer el mundo, o si había tenido una pelea con otro coge-coge,
el cual le había arrancado
las dos patitas faltantes, y prefería marcharse, o simplemente fue
un error no haberse soltado a tiempo; lo que si sé
es que yo debía de evitar, en todo lo posible, que le pasara algo
mientras me acompañaba.
Hay
veces en las que no observar significa maltratar o lastimar a alguien
(para mí
todas las cosas del universo son "alguien"), cuando creemos
estar solos en el mundo chingamos lo que nos rodea.
Ayer
en el concierto de Mägo de Oz el vocalista, José Andrea, antes de
cantar la de "la costa del silencio" dijo que ojalá todas
las personas desapareciéramos, pero mientras hay que tratar de dejar
a nuestros hijos y nietos un mejor mundo.
¿Qué
más próximo a mi pensamiento que lo dicho por Mägo de Oz?
Ojalá
todos observen y protejan a los que no pueden defenderse como
ustedes.
"O
luchas, o te callas."
2
de mayo de 2007
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