jueves, 6 de diciembre de 2007

Era un "coge-coge"


Era un "coge-coge"

En el desfile: rondaba por la pasarela el día jueves 26 de abril vistiendo millones de historias por contar, cada diseño de las prendas de los distintos días era diferente. En un pedazo pequeño de tela puede caber la que les relato.
Llegué al lugar donde entreno. El lugar tiene al centro un campo de "jútvol", de ahí le sigue la pista, luego esta la "arcilla" o tierra roja, después, para el lado de donde pasa la ruta 6, hay un pedazo cubierto de pasto y de esas cosas que les dicen árboles. Es ahí donde suelo poner mi mochila y, después de dar unas vueltas para calentar, estiro. Resulta que en ese pedazo hay unos animalitos muy simpáticos, que por varios comentarios que he escuchado, y por una investigación bastante escueta, sé que antes sólo se les veía en territorio puma, en jardines de la UNAM, y que a pesar de que tienen un nombre cientificoide les llaman "coge-coges" ya que es sumamente normal verlos cogiendo todo el tiempo. Estos animalillos son unos insectos, por lo general los sientes rondando tus brazos, piernas, mochilas y todo lo que haya tocado su territorio, es muy sencillo soplarles y que regresen a la tierra de donde salen.
Sucedió que terminando mi entrenamiento pasé a cambiarme y caminé para tomar el camión naranja que tarda demasiado en pasar, bajé en ciencias y atravesé la facultad caminando pesadamente, logré salir de ahí y con un esfuerzo considerable subí las escaleras para el metro, compre mi boleto, lo introduje a la máquina succionadora de boletos, esa misma que hace que compres y compres más cartoncillos de 2 pesos, bajé a los vagones y me introduje en el penúltimo sentándome en uno de esos asientos verdes, quité la mochila de mi espalda, la pasé a mis piernas y vi un coge-coge aferrado a mi mochila, enganchado de sus patitas a la tela, lo tomé en mis manos, se sostenía con una fuerza increíble pero logré separarlo, le faltaban dos patitas y caminaba lastimeramente por mi mano, pensé en tirarlo pero ¿Qué haría un coge-coge solito en el piso del metro donde seguramente lo pisarían? NO, no podía hacer eso, decidí volver a colocarlo en la tela gris de la bolsa de al lado para que ahí estuviera hasta que supiera que hacer con él. Llegué a la estación que tiene dos colores: verde y café, bajé del vagón, caminé y, mientras pensaba como iría mi pequeño compañero en la mochila, evité chocar contra la gente para que el coge-coge no se cayera. Logré pasar entre la marabunta hasta la otra línea, subí al vagón y se cerró la puerta.
Bajé en la estación de la avispita, subí por esas escaleras en las que no tienes que esforzarte, pasé por el torniquete y escalé las siguientes escaleras, encontré de nuevo la luz cegadora de la mística ciudad (mística porque es como algo que aparece en una película antigua y no sabes qué es. Es un misterio que aparece detrás de una inmensa cortina de humo) y me deslicé hasta que la banqueta dejó de ser banqueta y cambia de dirección, agarré a mi pequeño amigo y lo deposité en una hoja y continué mi camino.
No sé si se agarró de mi mochila por pura satisfacción o porque quería conocer el mundo, o si había tenido una pelea con otro coge-coge, el cual le había arrancado las dos patitas faltantes, y prefería marcharse, o simplemente fue un error no haberse soltado a tiempo; lo que si sé es que yo debía de evitar, en todo lo posible, que le pasara algo mientras me acompañaba.
Hay veces en las que no observar significa maltratar o lastimar a alguien (para mí todas las cosas del universo son "alguien"), cuando creemos estar solos en el mundo chingamos lo que nos rodea.
Ayer en el concierto de Mägo de Oz el vocalista, José Andrea, antes de cantar la de "la costa del silencio" dijo que ojalá todas las personas desapareciéramos, pero mientras hay que tratar de dejar a nuestros hijos y nietos un mejor mundo.
¿Qué más próximo a mi pensamiento que lo dicho por Mägo de Oz?
Ojalá todos observen y protejan a los que no pueden defenderse como ustedes.
"O luchas, o te callas."


2 de mayo de 2007

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