jueves, 6 de diciembre de 2007

Mariposa


Mariposa

¿Qué es eso extraño que te molesta?, ¿Mariposas?, ¿Mariposas en el estomago?

Vas caminando y descubres una situación extraña, algo nuevo y confuso, algo que, a pesar de verlo siempre, tiene un cambio, apenas y es algo diminuto, algo en lo que no cualquiera detendría su mirada, pero ese algo fuera de su lugar hace que pierdas los pasos y que no lleves la cuenta precisa, que te demores unos cinco segundos más. Sólo fue un pequeño cambio, algo insignificante, ¿Por qué sigues pensando en eso, si la verdad ya no importa? Ya te quito cinco segundos y un paso, necesitas regresar a la normalidad de tu andar además... ¿Qué era eso? Fue rápido, ni siquiera estabas seguro de lo que viste; ahí está esa señora, parece que ella no perdió sus pasos. Te tienes que apresurar o no llegaras a tiempo como siempre. Ya perdiste cinco segundos, debes de seguir caminando, te das cuenta del lugar y el semáforo ya está cambiando a amarillo ¿Por qué te detuviste? Siempre pasas cuando parpadea, ¿Por qué perdí esos cinco segundos?, ¿Habrá sido importante? Te han dicho que el tiempo es oro y tú habías desperdiciado cinco "partes" de oro. Realmente nunca habías entendido eso del "oro", ¿Qué no había sido dicho hacía mucho tiempo, cuando el oro sí servía para el comercio y no primordialmente para joyería? El oro, crees, era como dinero, pero el dinero para ti tampoco representa nada, ¿Qué mejor que un plástico que valiera por lo que quisieras? ¡Oh maravilla, tarjetas de crédito! Tan sólo necesitabas una firma y tu trabajo pagaría, ¿A quien se le ocurrió esa frase? De todas maneras cinco segundos ¿Cuánta cantidad de oro sería? Tal vez se refiera a que con ese tiempo perdido tus pies tocaron el piso cinco segundos más que lo acostumbrado y puedas tener dolores en los pies y quizás tengas que llamar al doctor, o, quizás, tu suela se había gastado más al girar tu pie y por tanto tendrías que comprar una antes y ahí estaría la pérdida, aunque, ese desgaste nada más adelantaría la compra cinco segundos, claro que ese tiempo lo tienes que usar en otra cosa, pero si no, tu zapato quedará más gastado.
Otra vez el señor del bigote, nunca se lo peina bien, no entiendes por que hay gente tan desarreglada ¿Qué nunca se fija en su imagen?, Tú dedicas diario 10 minutos a tu aseo facial y eso, por supuesto, implica no tener bigote, así la gente no tendrá que voltear a verte en ese corto instante al pasar junto de ellos para criticarte por tenerlo desarreglado. ¿Realmente nunca habías visto esa cosa que te distrajo? Toda la ciudad, siempre, era una rutina exacta, siempre pasaba lo mismo y por extraño que parezca nunca pasaba nada anormal. ¿Qué demonios era esa cosa?, ¿Demonios?, ¿De donde vendrá esa palabra? Dicen que son unas criaturas temibles. Que son malos. Tú siempre has tenido tus dudas de lo bueno y lo malo.
Ahí esta otra vez esa chica con los ojos brillantes, todos los días sus ojos brillan como si los acabara de pulir, sus ojos grandes y negros, recuerdas que tu abuelita tenía unos parecidos sólo que los de ella nunca brillaban ¿Sería porque ya estaban viejos?, Lástima que la conociste por poco tiempo; cuando se puso muy enferma tu mamá no te dejó verla porque en el hospital no podías hacer ruido, ya no viste cuando murió, aunque si viste su ataúd, recuerdas que estaba abierto y que tocaste su mano, estaba muy fría; caminas ahora sobre la acera mojada, había llovido toda la noche y aún no se secaba, apenas despuntaba el sol. Entras al edificio y ahí estás, en el mundo del trabajo, llegas cinco segundos tarde, ¿Qué fue eso que viste? Fueron cinco segundos, ¡maldita sea!, nunca habías llegado tarde, empiezas a trabajar y ahora tendrás que salir cinco segundos después de lo acostumbrado al almuerzo, seguramente ella, tu hermosa compañera, se enojará contigo, dirá que llegas tarde ¿Qué diablos era esa cosa?, Diablos, ¿Serán amigos de los demonios?, otra vez el mal.
Recuerdas la rutina de cada semana, subirán al apartamento y empezarás a quitarle esa blusa blanca, esa con la que, cada vez que se agacha, deja mostrar sus pechos, redondos y suculentos, ella te quitará la corbata moviéndola de un lado a otro como tanto le gusta, le levantarás la falda y acariciarás sus muslos hasta llegar a sus pompas y lentamente acariciaras el límite de sus calzones y su piel, sacarás las manos, bajarás con cuidado el cierre de su falda; ella ya te habrá quitado la camisa y te besará desesperadamente el abdomen, tus pectorales, tu cuello luego te bajará los pantalones, ambos quedarán en ropa interior: ella con un coordinado rojo y justo; tú con aquellos bóxers negros que tanto le gustan, hasta que, llevados por la pasión, disfrutarán de la tina donde, desnudos, se habrán convertido en uno. Será por toda la noche, toda una noche de pasión, al otro día será domingo y no tendrán que ir al trabajo, irán a desayunar en el restaurante de enfrente: ella pedirá, como siempre, un café con leche y un pan tostado mientras que tú le pedirás al mesero que te compre el periódico y ordenarás unos huevos con tu café expreso, la dejarás en su apartamento después de haber ido de compras y te despedirás con un beso en su cuello... ¿Qué pasará si ella se enoja? Tal vez el oro sea la perdida de tiempo con alguien. Realmente no entiendes esa frase: ¿El tiempo es oro? El tiempo es tiempo. Te ríes para tus adentros. Ella ya llegó al restaurante, la calle los separa, pero debido a esos cinco segundos, el semáforo está en verde, siempre estaba al final del rojo, y no puedes atravesar, ahora ya perdiste treinta segundos en total. Te regresa a la cabeza lo que viste, lo visualizas en ese momento, recuerdas la imagen, recuerdas el coche negro estacionado, recuerdas al señor de los periódicos, acababa de tirar su cigarro y lo estaba pisando, la misma señora de junto, como todos los sábados, sacaba la basura, y ahí, justo ahí, había pasado volando eso, eso que para ti no era normal, eso diferente: era pequeña y amarilla, tenía unas delgadas alas y volaba en un delicioso sube y baja. Era una mariposa.
¿Una mariposa en la ciudad?, Pasa por tu mente ese efecto mariposa tan conocido, acerca de que un aleteo de una mariposa en Japón puede causar una tormenta en Nueva York, te ríes: algo así te pasó, un aleteo hizo que perdieras treinta segundos. Tanto pensar en eso te hizo perder otros segundos, te habías quedado ahí parado hasta que la luz parpadeó. Empiezas a correr para atravesar la calle, tu ajetreo hace que no burles el bache de siempre, tropiezas. Ahí viene un tráiler, el mismo que siempre pasa un poco después de que te hubieras encontrado con tu amada. Ese aleteo, ese terrible aleteo, movió a todo el mundo, lo sacó de su rutina. Nunca habías visto unas placas tan de cerca, al menos no a esa velocidad, volteas, alcanzas a ver como su cara de molestia se vuelve de terror, se agacha y deja ver sus pechos: hoy no la podrás acompañar. Otra vez se te ensució tu traje, siempre hay charcos en esa calle. Sientes frío.

-Abuelita, ¿Por qué me siento frío?-
-¡Abuelita!, ¡Abuelita!, ¡Tus ojos, están brillando!-
-Abuelita ¿Por qué ya no estás tan fría como aquella vez?-
-Abrázame abuelita-.
-Yo sé que todo estará bien-.
-¿Por qué llora?, ¿Por qué esta llorando abuelita?, ¿Es porque se me hizo tarde?-
-¿Qué hago allá acostado?-
-¿Por qué tanto alboroto?, Sólo se trataba de una mariposa abuelita, sólo de una mariposa, sólo de una pequeña mariposa amarilla-.

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