Mariposa
¿Qué
es eso extraño que te molesta?, ¿Mariposas?, ¿Mariposas en el
estomago?
Vas
caminando y descubres una situación extraña, algo nuevo y confuso,
algo que, a pesar de verlo siempre, tiene un cambio, apenas y es algo
diminuto, algo en lo que no cualquiera detendría su mirada, pero ese
algo fuera de su lugar hace que pierdas los pasos y que no lleves la
cuenta precisa, que te demores unos cinco segundos más. Sólo fue un
pequeño cambio, algo insignificante, ¿Por qué sigues pensando en
eso, si la verdad ya no importa? Ya te quito cinco segundos y un
paso, necesitas regresar a la normalidad de tu andar además... ¿Qué
era eso? Fue rápido, ni siquiera estabas seguro de lo que viste; ahí
está esa
señora, parece que ella no perdió sus pasos. Te tienes que
apresurar o no llegaras a tiempo como siempre. Ya perdiste cinco
segundos, debes de seguir caminando, te das cuenta del lugar y el
semáforo ya está
cambiando a amarillo ¿Por qué te detuviste? Siempre pasas cuando
parpadea, ¿Por qué perdí esos cinco segundos?, ¿Habrá sido
importante? Te han dicho que el tiempo es oro y tú habías
desperdiciado cinco "partes" de oro. Realmente nunca habías
entendido eso del "oro", ¿Qué no había sido dicho hacía
mucho tiempo, cuando el oro sí servía
para el comercio y no primordialmente para joyería? El oro, crees,
era como dinero, pero el dinero para ti tampoco representa nada, ¿Qué
mejor que un plástico que valiera por lo que quisieras? ¡Oh
maravilla, tarjetas de crédito! Tan sólo necesitabas una firma y tu
trabajo pagaría, ¿A quien se le ocurrió esa frase? De todas
maneras cinco segundos ¿Cuánta cantidad de oro sería? Tal vez se
refiera a que con ese tiempo perdido tus pies tocaron el piso cinco
segundos más que lo acostumbrado y puedas tener dolores en
los pies
y quizás tengas que llamar al doctor, o, quizás, tu suela se había
gastado más al girar tu pie y por tanto tendrías que comprar una
antes y ahí estaría la pérdida, aunque, ese desgaste nada más
adelantaría la compra cinco segundos, claro que ese tiempo lo tienes
que usar en otra cosa, pero si no, tu zapato quedará más gastado.
Otra
vez el señor del bigote, nunca se lo peina bien, no entiendes por
que hay gente tan desarreglada ¿Qué nunca se fija en su imagen?, Tú
dedicas diario 10 minutos a tu aseo facial y eso, por supuesto,
implica no tener bigote, así la gente no tendrá que voltear a verte
en ese corto instante al pasar junto de ellos para criticarte por
tenerlo desarreglado. ¿Realmente nunca habías visto esa cosa que te
distrajo? Toda la ciudad, siempre, era una rutina exacta, siempre
pasaba lo mismo y por extraño que parezca nunca pasaba nada anormal.
¿Qué demonios era esa cosa?, ¿Demonios?, ¿De donde vendrá esa
palabra? Dicen que son unas criaturas temibles. Que son malos. Tú
siempre has tenido tus dudas de lo bueno y lo malo.
Ahí
esta otra vez esa chica con los ojos brillantes, todos los días sus
ojos brillan como si los acabara de pulir, sus ojos grandes y negros,
recuerdas que tu abuelita tenía unos parecidos sólo que los de ella
nunca brillaban ¿Sería porque ya estaban viejos?, Lástima que la
conociste por poco tiempo; cuando se puso muy enferma tu mamá no te
dejó verla porque en el hospital no podías hacer ruido, ya no viste
cuando murió, aunque si viste su ataúd, recuerdas que estaba
abierto y que tocaste su mano, estaba muy fría; caminas ahora sobre
la acera mojada, había llovido toda la noche y aún no se secaba,
apenas despuntaba el sol. Entras al edificio y ahí estás, en el
mundo del trabajo, llegas cinco segundos tarde, ¿Qué fue eso que
viste? Fueron cinco segundos, ¡maldita sea!, nunca habías llegado
tarde, empiezas a trabajar y ahora tendrás que salir cinco segundos
después de lo acostumbrado al almuerzo, seguramente ella, tu hermosa
compañera, se enojará contigo, dirá que llegas tarde ¿Qué
diablos era esa cosa?, Diablos, ¿Serán amigos de los demonios?,
otra vez el mal.
Recuerdas
la rutina de cada semana, subirán al apartamento y empezarás a
quitarle esa blusa blanca, esa con la que, cada vez que se agacha,
deja mostrar sus pechos, redondos y suculentos, ella te quitará la
corbata moviéndola de un lado a otro como tanto le gusta, le
levantarás la falda y acariciarás sus muslos hasta llegar a sus
pompas y lentamente acariciaras el límite de sus calzones y su piel,
sacarás las manos, bajarás con cuidado el cierre de su falda; ella
ya te habrá quitado la camisa y te besará desesperadamente el
abdomen, tus pectorales, tu cuello luego te bajará los pantalones,
ambos quedarán en ropa interior: ella con un coordinado rojo y
justo; tú con aquellos bóxers negros que tanto le gustan, hasta
que, llevados por la pasión, disfrutarán de la tina donde,
desnudos, se habrán convertido en uno. Será por toda la noche, toda
una noche de pasión, al otro día será domingo y no tendrán que ir
al trabajo, irán a desayunar en el restaurante de enfrente: ella
pedirá, como siempre, un café con leche y un pan tostado mientras
que tú le pedirás al mesero que te compre el periódico y ordenarás
unos huevos con tu café expreso, la dejarás en su apartamento
después de haber ido de compras y te despedirás con un beso en su
cuello... ¿Qué pasará si ella se enoja? Tal vez el oro sea la
perdida de tiempo con alguien. Realmente no entiendes esa frase: ¿El
tiempo es oro? El tiempo es tiempo. Te ríes para tus adentros. Ella
ya llegó al restaurante, la calle los separa, pero debido a esos
cinco segundos, el semáforo está en verde, siempre estaba al final
del rojo, y no puedes atravesar, ahora ya perdiste treinta segundos
en total. Te regresa a la cabeza lo que viste, lo visualizas en ese
momento, recuerdas la imagen, recuerdas el coche negro estacionado,
recuerdas al señor de los periódicos, acababa de tirar su cigarro y
lo estaba pisando, la misma señora de junto, como todos los sábados,
sacaba la basura, y ahí, justo ahí, había pasado volando eso, eso
que para ti no era normal, eso diferente: era pequeña y amarilla,
tenía unas delgadas alas y volaba en un delicioso sube y baja. Era
una mariposa.
¿Una
mariposa en la ciudad?, Pasa por tu mente ese efecto mariposa tan
conocido, acerca de que un aleteo de una mariposa en Japón puede
causar una tormenta en Nueva York, te ríes: algo así te pasó, un
aleteo hizo que perdieras treinta segundos. Tanto pensar en eso te
hizo perder otros segundos, te habías quedado ahí parado hasta que
la luz parpadeó. Empiezas a correr para atravesar la calle, tu
ajetreo hace que no burles el bache de siempre, tropiezas. Ahí viene
un tráiler,
el mismo que siempre pasa un poco después de que te hubieras
encontrado con tu amada. Ese aleteo, ese terrible aleteo, movió a
todo el mundo, lo sacó de su rutina. Nunca habías visto unas placas
tan de cerca, al menos no a esa velocidad, volteas, alcanzas a ver
como su cara de molestia se vuelve de terror, se agacha y deja ver
sus pechos: hoy no la podrás acompañar. Otra vez se te ensució tu
traje, siempre hay charcos en esa calle. Sientes frío.
-Abuelita,
¿Por qué me siento frío?-
-¡Abuelita!,
¡Abuelita!, ¡Tus ojos, están brillando!-
-Abuelita
¿Por qué ya no estás tan fría como aquella vez?-
-Abrázame
abuelita-.
-Yo
sé que todo estará bien-.
-¿Por
qué llora?, ¿Por qué esta llorando abuelita?, ¿Es porque se me
hizo tarde?-
-¿Qué
hago allá acostado?-
-¿Por
qué tanto alboroto?, Sólo se trataba de una mariposa abuelita, sólo
de una mariposa, sólo de una pequeña mariposa amarilla-.
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